
El 9 de octubre se celebra el día de la Comunidad Valenciana, ya que se conmemora la entrada triunfal de Jaime I el Conquistador en la ciudad de Valencia en 1.238, después de expulsar a los musulmanes de tierras valencianas.
Era el 23 de abril de 1.238, cuando el joven rey aragonés y sus tropas ocuparon el Grao. Después de montar su cuartel general en el antiguo pueblo de Russafa (ahora barrio de nuestra ciudad) preparó el asalto a la capital valenciana, rodeando de tropas la ciudad.
La población mora rehuyó enfrentarse a las tropas de Jaime I, era una táctica perfecta e indefendible. Sólo les quedó la opción de rendirse si no querían que aquello se convirtiera en un baño de sangre. Así pues, desplegaron sobre la muralla de la ciudad un lienzo con las cuatro barras rojas de Aragón pintadas en él y capitularon. Fue el día de la festividad de San Dionisio cuando el monarca cristiano hizo su entrada en Valencia, el 9 de octubre de 1.238.
A mediados del siglo XV la fiesta adquirió un caracter más ruidoso. Desde las azoteas se lanzaban cohetes ("triquitraques", "piuletes" y "tronadors".) Esta costumbre arraigó tanto que en una ocasión se dispararon desde el Palacio de la Generalitat más de 13.000 cohetes.
En el siglo siguiente, el día de San Dionisio se celebró con nuevas y espectaculares procesiones. Se incrementó el disparo de petardos y se hizo una romería nocturna, durante la cual se consumieron productos del campo como aceitunas, chufas, almendras, piñones, etc. Estas celebraciones continuaron durante el siglo XVII del mismo modo.
Pero Felipe V, tras la Guerra de Sucesión, abolió los fueros y con ellos la festividad de San Dionisio, por lo que se prohibió el disparo de "piuletes" y "tronadors". Los Decretos de Nueva Planta prohibieron la celebración de la entrada de Jaume I en Valencia.
Y así nació en Valencia otra costumbre de dicho día: la "Mocaorà". Como respuesta a la prohibición borbónica, los panaderos empezaron a producir unos dulces de mazapán que representaban los cohetes que ya no se podían hacer sonar.

Junto con la piuleta y el tronador también se fabricaban pequeñas frutas y hortalizas, que según la creencia popular hacían referencia tanto a la fertilidad de la Huerta de Valencia, como a las hortalizas que los moros regalaron a la reina Doña Violante de Hungría (esposa de Jaume I).
Ya desde los comienzos, los dulces iban envueltos en un pañuelo (mocador en valenciano) y todo junto, dulces y pañuelo, constituía el regalo para la mujer amada y para las madres. Poco a poco, el pañuelo dio nombre a la festividad.
Por esta tradición, muchos valencianos consideran el 9 de octubre como el día de los enamorados (su San Valentín particular). También es tradición que las mujeres conserven todos los pañuelos que su pareja les regala año tras año desde que comenzaran a salir (son una prueba de amor y como tal son conservados).
Otra costumbre arraigada consiste en la ofrenda de flores o coronas de laurel a Jaume I, depositadas al pie de la estatua ecuestre del Conquistador.
Los actos que se celebran el 9 de octubre en conmemoración del Día de la Comunidad Valenciana son: bajada solemne de la Senyera (nombre de la bandera de Valencia) desde el balcón principal del Ayuntamiento a los sones del Himno de Valencia, entre grandes aplausos; disparo de las salvas de honor; asistencia de las autoridades; procesión cívica hasta la Catedral; colocación de la Senyera en el presbiterio; Te Deum en acción de gracias; continuación del desfile hasta la estatua ecuestre del Rey en la Plaza del Parterre; ofrenda de coronas de laurel y de flores al pie del monumento; participación de la Banda Municipal interpretando el Himno Regional, coreado por los asistentes que ondean sus senyeras con emoción; Marcha Real; regreso al Ayuntamiento; subida de la Senyera, verticalmente, hasta el balcón principal, a los sones del Himno de Valencia, disparo de salvas de nuevo, y, finalmente, colocación de la Senyera en el puesto de honor que tiene reservado.
Al llegar la noche se celebra en el Paseo de la Alameda un Festival Internacional de Pirotecnia, siguiendo la gran tradición que hay en Valencia de hacer castillos de fuegos artificiales.